Cada noche, al acostarme, venías a ver si ya estaba durmiendo. Al oírte, me hacía la dormida para no preocuparte. El insomnio se hacía presencia en mi habitación, como una tormenta en el cielo. Inundando todo a su paso.
Yo, como cada noche, ansiaba el instante de verte entrar por la puerta, para sentirme a salvo. Para sentirte conmigo.
Y por fin puedo estar tranquila. Comenzar a imaginar. Flotar por el mundo de los sueños. Buscarte entre ellos. Dormir sin saber que pasará mañana cuando vuelva a caer la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario